Aquiles, el relato
Hoy antes de salir a correr empecé a darle vueltas a una idea, escribir una especie de relato corto donde el protagonista fuera un guerrero legendario casi inmortal. Tras pensar un par de detalles me di cuenta de que el héroe de mi relato era el propio Aquiles. Así que he dedicado la horita corriendo a pensar en los detalles que quería contar y luego un ratito a perfilarlo. No sé a los demás, pero a mí el resultado me gusta, y eso, por supuesto, es lo importante.
Un saludo, Domingo.
Aquiles
Un saludo, Domingo.
Aquiles
- Tetis, madre, hoy Alma, la nodriza me ha dejado salir de casa a verte. Me ha dicho que ya tengo cuatro años y que puedo venir a verte siempre que quiera. ¿Es cierto?
- Cierto es Aquiles, hijo mío. Ven a verme cuando quieras, y si me ves enojada contra algún barco, simplemente espera a que se me pase un poco, pues no me gusta que me veas enceguecida por la rabia.
- No te preocupes madre, yo siempre te querré. Ahora tengo que irme, Alma me llama. Hasta luego madre.
- Adiós Aquiles, adiós.
- Hola madre, vengo a contarte lo que me ha ocurrido hoy. Dijiste que podía venir siempre que quisiera.
- Así es Aquiles hijo mío. Cuéntame qué es eso que te trae tan exaltado.
- Madre, hoy Alma me dejó jugar con otros niños, aunque me pidió que tuviera cuidado con no dañarlos. Dijo que no controlaba mi fuerza. No sabía a lo que se refería, pero pronto lo comprendí. A pesar de tener yo cinco años y ellos seis, yo gané todas las partidas que jugamos al empujar. Ellos caían y lloraban lágrimas de rabia, dolor e impotencia, y yo me reía. Al final unieron sus fuerzas y entre los tres consiguieron tirarme al suelo. No me hicieron daño, y yo me levanté riéndome todavía con mayor fuerza. Eran patéticamente débiles y a pesar de todo tuvieron el coraje de intentar vencerme. Ellos también empezaron a reírse en cuanto pudieron recuperar el aliento. Me caen bien, mañana iré con ellos a la escuela de luchadores.
- Hijo mío, me apenas, patéticos, débiles, coraje … ¿qué vocabulario es ése para un niño de sólo cinco años? ¿quién te lo enseña?. Tendré que hablar seriamente con Alma.
- No le digas nada, es muy buena conmigo. Hace todo lo que le pido. Además tengo que irme ya. Luego vuelvo madre.
- Adiós hijo, adiós.
- Hola madre. No pude decírtelo pero me admitieron en la escuela de luchadores. Con diez años puedo vencer hasta a luchadores expertos de trece.
- Hijo, no hacía falta que me lo dijeras, recuerda que soy una diosa. Sigo tus pasos de cerca.
- Sí, eso dicen los otros niños, me envidian por ser hijo de una diosa y un gran rey. El pelida Aquiles, el hijo de Peleo me llaman. Pero no me gusta, mi padre simboliza lo humano que hay en mí, todo lo débil que tengo.
- ¡¡Ay hijo mío!!. Algún día lamentarás esas palabras. Si bien es cierto que tu lado humano puede convertirse en tu pequeña debilidad, algún día se convertirá también en tu gran aliado y ansiarás ser tan humano como tu padre que también te vigila desde los Campos Elíseos.
- Ya me has disgustado madre, me voy. Volveré a verte.
- Adiós, hijo adiós.
- Hola madre. Ayer gané el campeonato de la escuela. El premio era yacer con la esclava más guapa. Todos sabían que yo ganaría, a pesar de tener trece años y creo que la esclava se hubiera sentido desencantada si gana otro. Después vino lo que te imaginas. Yo al principio estaba muy nervioso pero ella me tranquilizó. La experiencia fue maravillosa. Dicen que lo hacen para que cuando luchemos recordemos el olor de nuestras mujeres y no pensemos más que en volver a casa vencedores.
- Me alegra hijo. Soy feliz por ti. Ya eres un hombre llamado a grandes gestas a poco que a tu fuerza inigualable, unas la sabiduría de tu padre.
- ¿Mi padre?. No vuelvas a nombrarlo. De no ser por él yo sería un Dios en toda regla y no estaría aquí rodeado de deplorables humanos.
- ¡Ah, hijo mío!. Cuánto me entristecen tus palabras. Lamentablemente aprenderás las cosas por la vía dolorosa. Por favor, déjame descansar, está siendo un invierno muy duro.
- Sí, madre. No quise contrariarte pero estas cosas me nublan la vista. Volveré pronto a verte.
- Adiós hijo, adiós.
- Madre, ¿han llegado hasta ti los ecos de mis victorias?. Con dieciocho años soy el capitán más respetado de todos los ejércitos. Todos los enemigos se humillan ante el poder de mi brazo y el filo de mi espada. A pesar de todo soy misericordioso y si no oponen resistencia, les perdono la vida y respeto a sus mujeres.
- ¿Sus mujeres? ¿Quieres decir que las tomas por la fuerza?.
- Claro, son parte del botín de guerra. Y como mis compañeros me temen y respetan siempre me reservan las mejores.
- Hijo mío, realmente te digo que te será muy útil tu lado humano cuando desees que todo el daño que has hecho se vuelva contra ti centuplicado con tal de que acabe con tu dolor.
- Madre, no te entiendo. No entiendo tu fijación por lo humano. Será mejor que me vaya, has arruinado un día perfecto. Hasta luego.
- Adiós Aquiles, adiós.
- Hola madre. Estuve pensando en nuestra última conversación. La comenté con Patroclo y me ayudó a entenderte. Ahora he encontrado una nueva diversión, el cortejo. Patroclo y yo vamos a cualquier pueblo y apostamos a ver quién yace con más mujeres esa noche. Normalmente gano yo. También he descubierto que es mucho más divertido cuando no te conocen. Ya no tomo mujeres a la fuerza, bueno, quizás a alguna esclava.
- Hijo, me alegro de que veas las cosas de forma diferente. Sin embargo tu destino está fijado y sólo es cuestión de tiempo. Prepárate.
- No te entiendo madre, pero lo haré. Ahora marcho con mis hombres, los más feroces, los más aguerridos, los más leales compañeros que un soldado pueda tener. Ya no lucho por nadie, sólo lucho por mí y por ellos. Defiendo sus intereses y ellos me respetan y darían su vida por mí. Esta contienda acabará pronto y volveré a verte. Cuídate.
- Adiós hijo, adiós.
- Madre, madre … necesito tu ayuda y consejo.
- ¿Qué te ocurre?. ¿Por qué evacuan tus ojos más agua de la que yo soy capaz de albelgar?. Aunque la única razón por la que ha de llorar el más grande de los héroes es por una mujer. Me temo que llegó el momento.
- Madre, caminando por Atenas vi a una mujer que ha robado el sosiego a mi alma. Es sacerdotisa de Atenea y a ella ha consagrado su virginidad. Podría tomarla y habría de casarse conmigo, pero no, así no la quiero. Sé que las vírgenes de Atenea son escogidas entre las hijas del Océano, tu hermano. ¿No podrías interceder?
- Cómo me duele decirte esto Aquiles hijo mío. Pero la doncella se cansó de esperar y prometió por todo lo más sagrado dedicarse a Atenea y ya nada la hará cambiar de parecer. Si tan sólo hubiera esperado un poco más …
- No importa, soy Aquiles, puedo vencerlo todo. Tan sólo necesito olvidarla. ¿Cómo se hace?.
- Me temo que en eso no te podré ayudar Aquiles. Olvidar es cosa de humanos.
- Ya, de humanos … muy bien. Nos veremos pronto, madre.
- Adiós hijo, adiós.
- Madre, aquí estoy de vuelta. No consigo sacarla de mi cabeza. Intenté olvidarla con otras mujeres para descubrir que mi desazón no era sino más profunda. Intenté olvidarla en el furor de la batalla, pero ésta se acaba y ella vuelve. Incluso intenté dejar mi vida en la batalla, pero justo en el último instante mi mano cobraba vida propia, segando la de mi enemigo. Y allí quedaba yo viendo las tinieblas inundar los ojos de mis oponentes mientras mis lágrimas no obstaculizaban la luz de los míos. Envidio la facilidad con que mueren mis enemigos, ¡Ahh, cómo odio mi lado divino!.
- Llora junto a mí Aquiles, hijo mío. En verdad te digo que pronto nos reuniremos y se acabará tu dolor.
- Madre, pronto es demasiado tarde. Necesito olvidarme de ella, necesito otra batalla que aleje de mí aunque sea un instante. Todo el tiempo que lo consiga será bienvenido. Me voy junto a Patroclo a luchar con Ulises. Ya que no he de tenerla a ella, al menos agrandaré mi fama que es lo único que me queda.
- Ten cuidado hijo, ten cuidado.
- Lo tendré, madre. Adiós.
- Hasta pronto Aquiles, hasta pronto.
- Madre por fin estoy junto a ti, por fin siento que el dolor se mitiga y casi desaparece. Le estoy tan agradecido a Padre.
- Te esperaba hijo mío, te esperaba. Te he esperado tanto tiempo … vamos junto a tu padre.
- Un segundo madre, ¿no podrías llevarme a verla por última vez?. Quisiera saber si al menos ha derramado alguna lágrima por mí.
- ¿Alguna lágrima dices? No ha hecho otra cosa desde que te conoció.
4 Comments:
Maravilloso, soprendente, único precioso,insuperable.
Si esa historia fuera verdad, sería una linda y emmocionante historia de amor. Aquiles, puedes ser tú.
Saludos.
Gracias, pero esperemos que no sea yo, no en vano Aquiles muere ;-).
Un saludo, Domingo.
Y por otro lado, quien realmente le molaba a Aquiles era Patroclo ;)
Un beso.
Giovanni,
como decía aquel chiste ...
Mi relato es mío y a Aquiles le gusta quien a mí me da la gana :-P.
Un saludo, Domingo.
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