Segundas oportunidades
Segundas oportunidades nunca fueron buenas. Ya lo dice el dicho popular o casi. Total el dicho popular habla de partes, pero bueno, tampoco hace falta mucha imaginación para pensar que una parte no es más que una oportunidad para hacerlo bien o cagarla irremisiblemente.
Y he aquí donde se fundamenta el razonamiento que no sé si habré expuesto alguna vez, pero al cual doy algunas vueltas últimamente. Mi conclusión es que no hay que dar segundas oportunidades a las personas y/o cosas. Dicho de otra forma … pensándolo bien no creo que haga falta decirlo de otra forma. Ya ha quedado suficientemente clarito. Otra cosa es que se puedan compartir los motivos o no.
En contra seguro que habrá quien amparado en una confianza infinita en el género humano piense que todo el mundo puede cambiar. Matizadamente en contra estará quien diga que algunas personas cambian. Ligeramente a favor se pondrán los que piensen que la mayoría de las personas no cambia. Y por último, radicalmente a favor estarán los que piensen que el ser humano no tiene remedio.
Cada uno pensará como quiera, en mi caso mi postura se sustenta en el siguiente pensamiento (pensamiento pseudo-probabilístico, lo que se van a reír algunos cuando lo lean :-D). Cuando conoces a una persona, tiene un 50% de probabilidades de decepcionarte, o dicho de otra forma, de decepcionarte por primera vez. Sin embargo, una vez que sabes que esa persona te ha decepcionado, el sentido común, el mío al menos me dice que ese porcentaje en realidad es superior.
Como aquella vez que hice dos agujeros en el tapizado de un sofá, la razón que le di a mi madre (totalmente verídica) es que le di un golpecito de nada con algo parecido a una escuadra, y para mi sorpresa el tapizado se rajó. Y como no podía creerme que un golpe tan débil pudiera rajar algo teóricamente tan duro, le di otro más débil si cabe … causándole otro agujero. Como imagino que diría mi madre … “Si ya le has hecho una raja, ¿para qué le vuelves a dar? ¿Para hacerle otra?”. Pues algo así. Una vez que algo o alguien ha demostrado ser lo suficientemente dañino, no le des una segunda oportunidad para demostrarlo.
Acudiendo de nuevo al símil cinematográfico, si Freddy ya te ha hecho trizas en la primera, ¿qué esperas en la segunda?. Esperarás a ver si viene Jason a salvarte, imagino. En fin, con otro símil cinematográfico, si ya has entrado una vez al bar del pueblo y te han dado una soberbia paliza que ha acabado contigo cayendo de boca en el abrevadero … la próxima vez que echen la película, haz como que vas a entrar … y no entres :-D.
Sí aprovecho para hacer hincapié en que al principio dije “no dar segundas oportunidades a personas o cosas”. Y es que en estos momentos no puedo sino acordarme del típico usuario que se compra una furgoneta de la marca … MALA y cinco años después la luce llena de carteles parecidos a los siguientes: “Nunca compren una furgoneta MALA, son muy malas. Yo me compré ésta y desde que la tengo no ha parado de tener averías y los de MALA, mala gente que son no hacen nada al respecto”. De acuerdo que lo más probable es que no pudiera elegir entre darle una segunda oportunidad y no darla, pero si pudo elegir … eligió mal.
Y para terminar ya con este capítulo de cosas a las que no hay que dar segundas oportunidades, me referiré a la imaginación, a las ilusiones pero refiriéndome sólo a esas que tienen que ver con los espejismos en los desiertos. Y es que no en vano nuestra mente también nos engaña de vez en cuando (a otros nos engaña muy a menudo, pero eso es otro tema). Por eso hay que intentar minimizar la posibilidad de engañarnos/que nos engañen.
¿Y todo esto a cuento de qué?. En realidad a cuento de nada, afortunadamente no he dado una segunda oportunidad a nadie y mucho tendrían que cambiar las cosas para que así fuera. Todo esto viene porque leí el siguiente Diario de una mujer maltratada. Y me hice la pregunta obvia: “¿Cuándo tenía que haber puesto esta mujer pie en pared?”. Pregunta que se generaliza a: “¿Cuándo hay que poner pie en pared?”. Y la respuesta no fue obvia, pero casi, “a la primera ocasión”.
Evidentemente es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero al menos hay que proponérselo y después de leer algo así, estoy dispuesto a perder una magnífica segunda oportunidad con alguien/algo que se ha mostrado nocivo en la práctica, a cambio de ganarla con alguien/algo que tan solo es potencialmente nocivo.
Un saludo, Domingo.
P.D.: Estoy escribiendo esto en el Word para ver cómo de bueno (o malo) es el plugin para publicar en Blogger. Y como no funcione a la primera, ya se puede ir olvidando ;-).
Y he aquí donde se fundamenta el razonamiento que no sé si habré expuesto alguna vez, pero al cual doy algunas vueltas últimamente. Mi conclusión es que no hay que dar segundas oportunidades a las personas y/o cosas. Dicho de otra forma … pensándolo bien no creo que haga falta decirlo de otra forma. Ya ha quedado suficientemente clarito. Otra cosa es que se puedan compartir los motivos o no.
En contra seguro que habrá quien amparado en una confianza infinita en el género humano piense que todo el mundo puede cambiar. Matizadamente en contra estará quien diga que algunas personas cambian. Ligeramente a favor se pondrán los que piensen que la mayoría de las personas no cambia. Y por último, radicalmente a favor estarán los que piensen que el ser humano no tiene remedio.
Cada uno pensará como quiera, en mi caso mi postura se sustenta en el siguiente pensamiento (pensamiento pseudo-probabilístico, lo que se van a reír algunos cuando lo lean :-D). Cuando conoces a una persona, tiene un 50% de probabilidades de decepcionarte, o dicho de otra forma, de decepcionarte por primera vez. Sin embargo, una vez que sabes que esa persona te ha decepcionado, el sentido común, el mío al menos me dice que ese porcentaje en realidad es superior.
Como aquella vez que hice dos agujeros en el tapizado de un sofá, la razón que le di a mi madre (totalmente verídica) es que le di un golpecito de nada con algo parecido a una escuadra, y para mi sorpresa el tapizado se rajó. Y como no podía creerme que un golpe tan débil pudiera rajar algo teóricamente tan duro, le di otro más débil si cabe … causándole otro agujero. Como imagino que diría mi madre … “Si ya le has hecho una raja, ¿para qué le vuelves a dar? ¿Para hacerle otra?”. Pues algo así. Una vez que algo o alguien ha demostrado ser lo suficientemente dañino, no le des una segunda oportunidad para demostrarlo.
Acudiendo de nuevo al símil cinematográfico, si Freddy ya te ha hecho trizas en la primera, ¿qué esperas en la segunda?. Esperarás a ver si viene Jason a salvarte, imagino. En fin, con otro símil cinematográfico, si ya has entrado una vez al bar del pueblo y te han dado una soberbia paliza que ha acabado contigo cayendo de boca en el abrevadero … la próxima vez que echen la película, haz como que vas a entrar … y no entres :-D.
Sí aprovecho para hacer hincapié en que al principio dije “no dar segundas oportunidades a personas o cosas”. Y es que en estos momentos no puedo sino acordarme del típico usuario que se compra una furgoneta de la marca … MALA y cinco años después la luce llena de carteles parecidos a los siguientes: “Nunca compren una furgoneta MALA, son muy malas. Yo me compré ésta y desde que la tengo no ha parado de tener averías y los de MALA, mala gente que son no hacen nada al respecto”. De acuerdo que lo más probable es que no pudiera elegir entre darle una segunda oportunidad y no darla, pero si pudo elegir … eligió mal.
Y para terminar ya con este capítulo de cosas a las que no hay que dar segundas oportunidades, me referiré a la imaginación, a las ilusiones pero refiriéndome sólo a esas que tienen que ver con los espejismos en los desiertos. Y es que no en vano nuestra mente también nos engaña de vez en cuando (a otros nos engaña muy a menudo, pero eso es otro tema). Por eso hay que intentar minimizar la posibilidad de engañarnos/que nos engañen.
¿Y todo esto a cuento de qué?. En realidad a cuento de nada, afortunadamente no he dado una segunda oportunidad a nadie y mucho tendrían que cambiar las cosas para que así fuera. Todo esto viene porque leí el siguiente Diario de una mujer maltratada. Y me hice la pregunta obvia: “¿Cuándo tenía que haber puesto esta mujer pie en pared?”. Pregunta que se generaliza a: “¿Cuándo hay que poner pie en pared?”. Y la respuesta no fue obvia, pero casi, “a la primera ocasión”.
Evidentemente es mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero al menos hay que proponérselo y después de leer algo así, estoy dispuesto a perder una magnífica segunda oportunidad con alguien/algo que se ha mostrado nocivo en la práctica, a cambio de ganarla con alguien/algo que tan solo es potencialmente nocivo.
Un saludo, Domingo.
P.D.: Estoy escribiendo esto en el Word para ver cómo de bueno (o malo) es el plugin para publicar en Blogger. Y como no funcione a la primera, ya se puede ir olvidando ;-).
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