Cuando tañen las campanas
Bonito verbo tañer, aunque las imágenes que evocan no son tan bonitas. No sé, quizás soy yo ya que veo tañer como sinónimo de doblar y por tanto de tocar a muerto. Las campanas de boda, normalmente, sólo suenan. Bueno, todo esto es porque hoy quería hablar del duelo.
Hace algún tiempo escuché que, en general, los enfermos que sufrían una amputación traumática pasaban por las mismas fases que aquéllos que asumían su fatal destino. Ahí me enteré que el duelo tenía sus fases, era por tanto algo bien estudiado, como no podía ser de otra forma.
La información quedó almacenada en algún recoveco del ático de mi cuerpo, cogiendo polvo, o simplemente esperando que alguna sinapsis malhadada la hiciera despertar del letargo. Esa sinapsis llegó ... cuando menos me lo esperaba (véase una entrada anterior). Acababa de sufrir, si no el primer desengaño amoroso, sí el primero del que fui plenamente consciente.
Y entonces, mientras que otro aprovecharía para emborracharse (por decir algo, pues tampoco estoy muy ducho yo en lo que hacen los otros), yo empecé a pensar si pasaría por las mismas fases que todo hijo de vecino pasa ... pero en otras circunstancias. Para averiguarlo, lo primero era saber cuáles eran las fases. Eso no fue difícil, un poco de Google y allí aparecieron: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación. Básicamente el recorrido es el siguiente:
Negación: No, no puede ser.
Ira: ¿Pero, por qué a mí?.
Negociación: Seguro que hay alguna forma de arreglarlo.
Depresión: No comments.
Aceptación: ¡¡Qué remedio!!
Recuerdo que me fui al Carrefour a comprar no sé qué, y fui andando pues aunque antes no me gustaba demasiado andar (andar no es como correr detrás de un balón o una pelota), sí que siempre me ha gustado el ejercicio físico como aclarante de la mente, y además he aprovechado esos momentos para pensar (tampoco es que yo supiera hacer muchas cosas más). Y mientras pensaba me iba dando cuenta de que iba pasando por varias de esas etapas. En particular recuerdo perfectamente la de la negociación pues pensaba que con más tiempo ella se daría cuenta de que realmente estaba equivocada y caería rendida en mis brazos.
Llegué contentísimo a casa pensando que ya había superado el mazazo y además en un tiempo récord. Cierto es que no había pasado por alguna fase, pero no todas las personas pasan por todas las fases. De hecho, en el siguiente pdf se puede encontrar más información al respecto y se puede ver cómo las cinco fases son propias del modelo de la doctora Kübler Ross para aceptar la pérdida de un ser querido.
Bueno, volviendo a la historia, la alegría me duró poco pues ésa no fue más que una de las veces por las que pasé por el proceso entero. A veces decidía que estaba en mí luchar por mi felicidad, pero pronto me daba cuenta de lo inútil de tal decisión y cosas así. En general, veía un mínimo gesto, me ilusionaba, me desilusionaba, negociaba, me deprimía, aceptaba, etc.
Lo mejor de todo fue sin duda el conocerme a mí mismo en una circunstancia que hasta el momento era totalmente novedosa para mí. Eso se puede decir que hasta sofocó parcialmente la hoguera interior. Y de hecho, con el tiempo he podido seguir aprendiendo de la experiencia, viendo esas recaídas como ondas que reverberan en un estanque, de gran amplitud las primeras, más pequeñas las siguientes, y que poco a poco van muriendo junto con las esperanzas.
Dedicado a aquellas personas que puedan estar ahora mismo entre onda y onda (eso sí, que no dejen comentarios salvo que no les importe delatarse :-P).
Un saludo, Domingo.
Hace algún tiempo escuché que, en general, los enfermos que sufrían una amputación traumática pasaban por las mismas fases que aquéllos que asumían su fatal destino. Ahí me enteré que el duelo tenía sus fases, era por tanto algo bien estudiado, como no podía ser de otra forma.
La información quedó almacenada en algún recoveco del ático de mi cuerpo, cogiendo polvo, o simplemente esperando que alguna sinapsis malhadada la hiciera despertar del letargo. Esa sinapsis llegó ... cuando menos me lo esperaba (véase una entrada anterior). Acababa de sufrir, si no el primer desengaño amoroso, sí el primero del que fui plenamente consciente.
Y entonces, mientras que otro aprovecharía para emborracharse (por decir algo, pues tampoco estoy muy ducho yo en lo que hacen los otros), yo empecé a pensar si pasaría por las mismas fases que todo hijo de vecino pasa ... pero en otras circunstancias. Para averiguarlo, lo primero era saber cuáles eran las fases. Eso no fue difícil, un poco de Google y allí aparecieron: Negación, Ira, Negociación, Depresión y Aceptación. Básicamente el recorrido es el siguiente:
Negación: No, no puede ser.
Ira: ¿Pero, por qué a mí?.
Negociación: Seguro que hay alguna forma de arreglarlo.
Depresión: No comments.
Aceptación: ¡¡Qué remedio!!
Recuerdo que me fui al Carrefour a comprar no sé qué, y fui andando pues aunque antes no me gustaba demasiado andar (andar no es como correr detrás de un balón o una pelota), sí que siempre me ha gustado el ejercicio físico como aclarante de la mente, y además he aprovechado esos momentos para pensar (tampoco es que yo supiera hacer muchas cosas más). Y mientras pensaba me iba dando cuenta de que iba pasando por varias de esas etapas. En particular recuerdo perfectamente la de la negociación pues pensaba que con más tiempo ella se daría cuenta de que realmente estaba equivocada y caería rendida en mis brazos.
Llegué contentísimo a casa pensando que ya había superado el mazazo y además en un tiempo récord. Cierto es que no había pasado por alguna fase, pero no todas las personas pasan por todas las fases. De hecho, en el siguiente pdf se puede encontrar más información al respecto y se puede ver cómo las cinco fases son propias del modelo de la doctora Kübler Ross para aceptar la pérdida de un ser querido.
Bueno, volviendo a la historia, la alegría me duró poco pues ésa no fue más que una de las veces por las que pasé por el proceso entero. A veces decidía que estaba en mí luchar por mi felicidad, pero pronto me daba cuenta de lo inútil de tal decisión y cosas así. En general, veía un mínimo gesto, me ilusionaba, me desilusionaba, negociaba, me deprimía, aceptaba, etc.
Lo mejor de todo fue sin duda el conocerme a mí mismo en una circunstancia que hasta el momento era totalmente novedosa para mí. Eso se puede decir que hasta sofocó parcialmente la hoguera interior. Y de hecho, con el tiempo he podido seguir aprendiendo de la experiencia, viendo esas recaídas como ondas que reverberan en un estanque, de gran amplitud las primeras, más pequeñas las siguientes, y que poco a poco van muriendo junto con las esperanzas.
Dedicado a aquellas personas que puedan estar ahora mismo entre onda y onda (eso sí, que no dejen comentarios salvo que no les importe delatarse :-P).
Un saludo, Domingo.
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