Cuando quise no pude
"Cuando quise no pude, y cuando pude no quise". Ésa es la famosa frase que me Emmanuel Kant, apodado por sus paisanos como "El reloj de Königsberg" pronunció ante un periodista que le preguntaba por qué no se había casado nunca. Al menos así es como me lo contaron. Hoy he buscado la anécdota por la red sin demasiada fortuna, motivo por el cual pondré la autoría de tan genial frase en hielo, que diría un inglés.
Bueno, tras acudir a la "proverbial" http://www.proverbia.net, ya creo que sé lo que ha pasado. La frase original parece que es la siguiente:
Cuando podía haber tomado esposa, no pude soportar a ninguna; y cuando pude soportar a alguna, ya no necesitaba a ninguna.
Parece que bien el profesor que lo contó, bien mi memoria hizo unos ligeros retoques en la frase, dejándola, dicho sea de paso, más corta, más fácil de recordar y casi que menos ofensiva. De hecho, dada la fama de austero y de estricto del amigo Kant, la frase de proverbia parece más bastante más probable que la otra.
Kant fue (no sé si lo he contado ya, el Alzheimer avanza a pasos agigantados) el autor que más me gustó en la filosofía de C.O.U.. El orden racional de las cosas y los pensamientos, hacía que sus categorías rivalizaran con Descartes y su método y, en menor medida, con la vía tomista de Santo Tomás, o las ideas platónicas. Lamentablemente ya apenas recuerdo nada de Kant, sí algo más de Descartes (por ejemplo, su moral provisional) o de Platón por haber leído algo de ellos después. También imagino que influiría el hecho de que la ciudad del "Reloj de Königsberg" fuera la actriz principal en el problema de los Puentes de Königsberg que veíamos en algún momento de la carrera.
Pero parece que ya es hora de entrar a analizar la frase en su contexto, contexto que no es otro que la limpieza del coche de esta mañana y el pensamiento ulterior acerca del momento menos pensado. Y es que es posible (dejemos la probabilidad a un lado), que uno repita los pasos sentimentales del gran Kant. En mi haber está el no ser un genio excéntrico como él, lo cual debería facilitar las cosas, y en mi debe está que hasta ahora le he dado la razón. Interesante problema de solución más compleja que el de los puentes de Königsberg y de cuya solución están pendientes la mayoría de la prensa amarilla, parte también de la prensa salmón, y para terminar imagino que familiares y hasta vecinos.
Como el otro día cuando acercaba a mi madre al banco y de paso llevábamos a una vecina. Ella que no me veía desde hacía tiempo preguntó que cuándo iba a darle la alegría a mi madre. Le respondí que eso quería saber yo, no en vano algún tipo de interés podría tener en el asunto. Ella me dio la razón pero añadió la coletilla que cerró la conversación: "Pues no te creas que las madres nos alegramos mucho con esas cosas". Seguí conduciendo en vez de emitir un irreprimido ... "Y los hijos también, y lo hijos también" :-D.
Y es cierto, somos unos más de uno y más de dos los que tras ver fracasar los intentos anteriores podemos dejarnos llevar por el victimismo, que es justo lo que no hay que hacer. Es decir, hay que afrontar la situación como si de unas oposiciones se tratara. Tenemos que dar todo tipo de facilidades, tenemos que estudiar hasta que sangren los codos (es gracioso que lo diga yo que nunca me he presentado a unas), tenemos que ir convencidos del aprobado, con el nerviosismo justo que hace sacar de nosotros nuestro mejor yo, pero conscientes de la posibilidad de la derrota, y es que no en vano hay factores que no dependen de nosotros. O sí dependen de nosotros pero son límites que no deseamos traspasar.
En ese caso hipotético de derrota (o de diferente victoria, si queremos seguir siendo optimistas), será cuando tengamos que hacer uso de la dichosa frase. Hasta entonces, nos tocará seguir tropezando con más o menos gracia con las piedras del camino, deseando ser burros y que llegado el momento no se produzca ningún tropezón más. Seguiremos informando.
Un saludo, Domingo.
P.D. Sí, perdimos contra Francia. Pero bueno, yo era de los agoreros que no quería a Francia ni en pintura y de los que apostaba por que España no llegaría a semifinales. No había nada más que escuchar las retransmisiones de Cuatro con su locutor hablando en argentino (bajar el balón al piso o darle de taco, por ejemplo), quizás para congraciarse con Maradona, para saber que España sólo podía ir al sitio al cual estábamos mandando a nuestro idioma.
Bueno, tras acudir a la "proverbial" http://www.proverbia.net, ya creo que sé lo que ha pasado. La frase original parece que es la siguiente:
Cuando podía haber tomado esposa, no pude soportar a ninguna; y cuando pude soportar a alguna, ya no necesitaba a ninguna.
Parece que bien el profesor que lo contó, bien mi memoria hizo unos ligeros retoques en la frase, dejándola, dicho sea de paso, más corta, más fácil de recordar y casi que menos ofensiva. De hecho, dada la fama de austero y de estricto del amigo Kant, la frase de proverbia parece más bastante más probable que la otra.
Kant fue (no sé si lo he contado ya, el Alzheimer avanza a pasos agigantados) el autor que más me gustó en la filosofía de C.O.U.. El orden racional de las cosas y los pensamientos, hacía que sus categorías rivalizaran con Descartes y su método y, en menor medida, con la vía tomista de Santo Tomás, o las ideas platónicas. Lamentablemente ya apenas recuerdo nada de Kant, sí algo más de Descartes (por ejemplo, su moral provisional) o de Platón por haber leído algo de ellos después. También imagino que influiría el hecho de que la ciudad del "Reloj de Königsberg" fuera la actriz principal en el problema de los Puentes de Königsberg que veíamos en algún momento de la carrera.
Pero parece que ya es hora de entrar a analizar la frase en su contexto, contexto que no es otro que la limpieza del coche de esta mañana y el pensamiento ulterior acerca del momento menos pensado. Y es que es posible (dejemos la probabilidad a un lado), que uno repita los pasos sentimentales del gran Kant. En mi haber está el no ser un genio excéntrico como él, lo cual debería facilitar las cosas, y en mi debe está que hasta ahora le he dado la razón. Interesante problema de solución más compleja que el de los puentes de Königsberg y de cuya solución están pendientes la mayoría de la prensa amarilla, parte también de la prensa salmón, y para terminar imagino que familiares y hasta vecinos.
Como el otro día cuando acercaba a mi madre al banco y de paso llevábamos a una vecina. Ella que no me veía desde hacía tiempo preguntó que cuándo iba a darle la alegría a mi madre. Le respondí que eso quería saber yo, no en vano algún tipo de interés podría tener en el asunto. Ella me dio la razón pero añadió la coletilla que cerró la conversación: "Pues no te creas que las madres nos alegramos mucho con esas cosas". Seguí conduciendo en vez de emitir un irreprimido ... "Y los hijos también, y lo hijos también" :-D.
Y es cierto, somos unos más de uno y más de dos los que tras ver fracasar los intentos anteriores podemos dejarnos llevar por el victimismo, que es justo lo que no hay que hacer. Es decir, hay que afrontar la situación como si de unas oposiciones se tratara. Tenemos que dar todo tipo de facilidades, tenemos que estudiar hasta que sangren los codos (es gracioso que lo diga yo que nunca me he presentado a unas), tenemos que ir convencidos del aprobado, con el nerviosismo justo que hace sacar de nosotros nuestro mejor yo, pero conscientes de la posibilidad de la derrota, y es que no en vano hay factores que no dependen de nosotros. O sí dependen de nosotros pero son límites que no deseamos traspasar.
En ese caso hipotético de derrota (o de diferente victoria, si queremos seguir siendo optimistas), será cuando tengamos que hacer uso de la dichosa frase. Hasta entonces, nos tocará seguir tropezando con más o menos gracia con las piedras del camino, deseando ser burros y que llegado el momento no se produzca ningún tropezón más. Seguiremos informando.
Un saludo, Domingo.
P.D. Sí, perdimos contra Francia. Pero bueno, yo era de los agoreros que no quería a Francia ni en pintura y de los que apostaba por que España no llegaría a semifinales. No había nada más que escuchar las retransmisiones de Cuatro con su locutor hablando en argentino (bajar el balón al piso o darle de taco, por ejemplo), quizás para congraciarse con Maradona, para saber que España sólo podía ir al sitio al cual estábamos mandando a nuestro idioma.
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