martes, mayo 02, 2006

La boda

Nota, aquí usaré la hora de Portugal, GMT+0 ;-).

11:00
Salgo convenientemente acicalado del hostal camino de Alandroal. El GPS parece saber dónde está así que le haremos caso. Tras una glorieta con fuente al lado del acueducto y un par de curvas raras en la ciudad, emprendo un camino sinuoso en cuanto a lo vertical que no lo horizontal.



La carretera, de la cual me habían hablado, me recordaba aquéllas de San Francisco con sus "cablecars". 30 kilómetros, una media hora de camino de aquesta guisa trufados de vez en cuando con algún coche de frente que te ponía ... los pelos de gallina que diría aquel sin recordar que la gallinas no tienen pelos. El GPS me llevó a Alandroal, pero al igual que pasó en Elvas, ya no sabía continuar así que primero mi pericia como avezado piloto, mi aguda visión que distinguió desde el principio lo que parecía ser un campanario de iglesia y, después, un par de preguntas que confirmaran mis suposiciones me hicieron llegar a buen puerto.



La iglesia se encuentra dentro de lo que una vez fue un castillo, castillo que cuenta con unas murallas bien conservadas. En la puerta del castillo pregunté a una pareja si allí se celebraban bodas, porque no veía yo mucho jaleo. Me confirmaron que sí, y me preguntaron si yo iba a la boda de la portuguesa con ... el español, no lo dijeron pero les entendí. Y además, tampoco lo dijeron de forma despectiva ni mucho menos. También me confirmaron que la hora no era las 12:30 sino las 13:30. Realmente yo no recordaba la hora, así que por eso siempre me había decantado por estar preparado para las 12:30 por si acaso. Les dije que sí, que era ésa y procedí a buscar un lugar de estacionamiento para el coche. En ese momento vi un coche con matrícula española y justo después otro, el coche del novio. Evidentemente aquel era el lugar.

Encontré una amplia zona dispuesta para quien quisiera alojar temporalmente allí su coche frente a la plaza de abastos de tan singular villa y allí se quedó. Entré para observar no sin cierta desilusión que la plaza de abastos sólo abastecía de algo de carne, cosas de informática y papelería. Un mercado raro, sí señor, o quizás es que el resto estaba cerrado, no sé. Me dirigí al castillo a ver si era capaz de divisar alguna tez conocida pues a pesar de que todavía faltaba más de hora y media, algún conocido debería empezar a circular por allí.

En el castillo, subí a las almenas, vi el paisaje, vi al padre del novio llegar al coche del novio y coger algo del maletero, y después ir a su propio coche y hacer lo propio. También lo vi desaparecer por una puerta que anoté como si estuviera jugando al mítico "Indiana Jones and the Fate of Atlantis". Di la vuelta completa al las torres del castillo y tras constatar que lo que acabo de decir es falso, pues no se podía dar la vuelta al haber un tramo roto, volví para bajar por el único sitio por el que se podía subir, un empinado tramo de escaleras de aproximadamente un metro de ancho, pero sin barandilla que mitigase mi sensación de vértigo.

Salí del castillo sin llegara entrar a la iglesia, cerrada por aquel entonces ya que no quise hacer como los portugueses que ya me habían comentado que todo estaba preparado. Fui a la zona por donde perdí de vista al padre del novio y tras un par de intentos vanos, encontré a la familia protegiéndose del sol en un bar/restaurante/pastelería. Allí saludé al padre y a las hermanas y estuvimos un rato haciendo fotos hasta que llegadas las 13:00 aproximadamente desanduvimos lo andado para volver a la iglesia. Yo era de los pocos que no llevaba chaqueta, aunque en mi caso tenía una buena excusa, si me pongo la chaqueta entonces hubiera acabado chorreando. Luego más tarde tuve que ir por ella pues en la iglesia hacía fresquito, al menos para mis mangas cortas.

Allí en la iglesia estuvo el novio haciéndose fotos con todo el mundo (tener miles de fotos de boda debe ser una costumbre muy extendida por aquellos pagos) mientras, entre otras cosas, esperábamos que llegara la novia. La novia venía desde Lisboa, a casi dos horas de camino y es que para esta boda buscaron tierra neutral, como en aquella canción de Ricardo Arjona:
http://www.asklyrics.com/display/Ricardo_Arjona/Ella_y_El_Lyrics/306231.htm
Durante la espera, tuve tiempo de charlar un rato con algunos antiguos vecinos y también con un amigo del novio al que conocí en su cumpleaños. Llegada la hora entramos en la iglesia y comprobamos con estupor cómo las novias portuguesas tardan más si cabe que las españolas. Ésta al menos. Más de media hora más tarde llegó ella impecable, muy guapa. Es posible que las bodas obren el mismo efecto que los embarazos y el cutis femenino resplandezca como nunca, no lo sé.

Y empezó la ceremonia, repartida casi al 50% entre español y portugués. Hubo cuatro lecturas y se repartieron dos y dos, hubo una homilía y tras pronunciarla en portugués, el cura la tradujo a un muy buen español, con acento, pero español. Pensé que era posible que hubiera ejercido su ministerio en tierras españolas. Pasó el ecuador de la ceremonia y se produjo uno de los momentos de mayor emoción de la misma. Un trompetista que a la sazón formaría parte de los festejos con posterioridad, dejó atrás sus titubeantes comienzos para entonar un "Ave María de Schubert" que embargaba el espíritu.
http://www.ecatolico.com/maria/ave_maria.htm

Yo reconozco que soy de lágrima fácil, pero es que en este caso además las vi llegar. Nada más arrancar los primeros "quejíos, lamentos y quebrantos" de tan peculiar instrumento de viento, sentí que, salvando las distancias, la iglesia era un Nou Camp y allí estaba Rudy Ventura animando a los culés (a los cuales felicito y deseo como buen y desencantado madridista que ganen la Copa de Europa). Puede que me haya cargado el momento con esta alusión al fútbol, pero fue lo que pensé. Además pensé también en que ese sonido tan lastimero debía estar casi prohibido en una boda pues sin dudar ni un ápice de su belleza, era capaz de conseguir el mismo efecto que tuvieron las gaviotas sobre Legolas. Dice Tolkien que a partir de entonces, su alma ya nunca descansó en paz hasta que su barco zarpó con él dentro rumbo a aquel cielo prometido a la raza de los elfos.

Y perdido yo en estas divagaciones, no noté que las lágrimas ya corrían por mis mejillas. Así que procedí a enjugarlas mientras veía que el sacerdote sufría el mismo mal que yo. Me volvió a resultar extraño, al igual que su aparente dominio del español, pero no pensé en nada más salvo en que el Ave María de Schubert debería estar prohibida para las trompetas y las bodas.

Coincidieron los últimos acordes de tan celestial música con un tono, extrañitono de móvil. Yo no había puesto el mío en silencio pues ¿quién me iba a llamar a mí?. Una falta de respeto lo conozco pues realmente podrían haberme llamado desde España. En todo caso no era el mío, era el de alguien no identificado ... por el momento. Más tarde supe que era la propia madre de la novia. Además la buena señora que yo había conocido en septiembre pasado, primero no acertó a cogerlo y luego cuando acertó, no acertó a cortar la llamada sino que la atendió y explicó que se encontraba en la boda de su hija :-).

Pero todavía quedaban emociones en la ceremonia. Después de lo que parecía ser la fase más lacrimógena, vino la del llanto puro. Los novios declararon su amor y tras ello dirigieron unas palabras al respetable. Ninguno de los dos pudo acabar la breve alocución (que me perdone Lázaro Carreter) pues llegando a la palabra "padres" o su equivalente en portugués, la emoción cristalizó, se convirtió en duendecillo juguetón que se divertía trenzando entre sí las cuerdas vocales y apretando los lagrimales a gusto. Llegados esos momentos, el público asistente, los invitados/convidados según el idioma, prorrumpieron en aplausos ahuyentando a tan caprichoso duendecillo.

Y acabó la ceremonia, acabó y todos salimos a esperar a los novios, convertidos ya en marido y mujer. No sé cuánto tiempo estuvimos esperando pero mucho tiempo, el suficiente para pensar en dirigir los frustrados intentos de paella contra los fotógrafos que debían estar dentro fresquitos mientras nosotros nos asábamos fuera. Al final se compadecieron y salieron, y se hicieron más fotos con los allí presentes. ¿Será por fotos?.

Pasadas las 15:00 calculo yo, nos dirigimos hacia la "Quinta" donde tendría lugar la celebración, a escasos 500 metros de la iglesia. Para hacerse una idea, a mí me recordaba a la típica celebración americana en el jardín de la casa, con sus tiendas, sus lonas etc. Para que os hagáis una idea, una cosa así:



Atención los conos que se ven no son tiendas propiamente dichas, yo creo que son los adornos que dan nombre a la quinta, "Las pirámides". Debajo es donde se celebró el "almoço", y fuera donde tomamos un refrigerio mientras los novios se hacían más fotos en un bucólico paraje, perteneciente también a la quinta a escasos 20 metros de donde nos encontrábamos. En el interludio, departí brevemente con los padres de ella, y con unos tíos que visitamos fugazmente en septiembre. Él es portugués y ella gallega y, !ojo al dato¡ tienen un hijo de 41 años que es sacerdote y curiosamente había oficiado una ceremonia hacía muy poco tiempo. Entonces comprendí la emoción del cura, !estaba casando a su prima¡. Y por supuesto, su fluidez en español era debida, entre otras cosas, a la influencia materna.

Los canapés y el zumo de naranja fresquito quitaron algo del hambre que llevábamos, pero no toda a decir verdad y tras casi una hora fuera, procedimos a entrar al interior del recinto donde las mesas se hallaban ya preparadas. Por cierto, a título de curiosidad, ésta fue la única boda de la iglesia, y ésta fue la única boda de la quinta. Y no es que fuéramos miles de invitados, al revés. Pongamos que 150-200 como mucho.

A mí me tocó despedirme de los ex-vecinos que hasta ahora habían sido mi fiel compañía y aterricé en la mesa de los compañeros de estudios y de trabajo del novio (españoles todos). No me hubiera importado caer en la mesa de una portuguesita muy apañada y aparentemente libre, pero ... está visto que uno no tiene cara ni para eso :-s. La comida no estuvo mal, una sopa, un poco de bacalhao y ternera para acabar. A diferencia de aquí, allí tú le decías al camarero cuánto querías. Mi mesa la atendió José Bono, aunque por vergüenza se hacía llamar Armindo. Los que conocían el idioma, una pareja que se conoció precisamente en clase de portugués, decían "já chega" cuando Armindo había escanciado suficiente comida en el plato como para satisfacer su apetito.

Llegando la ternera comprendimos también cómo iban allí las celebraciones de boda. Tienes el llamado "Almoço" que no hay que ser muy lince para saber lo que es, y luego alrededor, colocan mesas temáticas con tablas de quesos, frutas, dulces etc. Después de la ternera, nos servimos una buena porción de dulces, un poquito de todos para probar la mayoría. Había cosas realmente buenas, cosa que no es de extrañar pues los portugueses son más que aficionados, expertos en repostería.

Y así acabó la comida sobre las 6 de la tarde y empezaron los coros y danzas. Al aparato el trompetista y un amiguete que jugaba con el teclado. Intentaron contentar a todos los públicos y de hecho empezaron con un par de canciones en español. La primera fue "cielito lindo", ante lo cual yo deseé que una vez entraran en calor, su buen juicio se desnublara y escogieran canciones más representativas de España. No estuvo mal del todo. Tras bastantes canciones llegó el momento que yo estaba esperando desde hacía horas. El primo del novio y un amigo salieron a escena con un cajón de percusión y montaron lo que muy bien podría ser la fiesta de sobremesa en la casa de Lolita. Los portugueses flipaban. Y yo también puesto que cuando le pregunté a Wendy, la novia americana de uno de mis ex-vecinos si éste había sido su primer espectáculo Typical Spanish, ella me dijo que no, que ya llevaba mucho tiempo en España. Yo le respondí que también llevaba mucho tiempo en España y un espectáculo así sólo lo había visto dos veces, y precisamente con los mismos protagonistas :-). Con mi ex-vecino y con ella pasé la parte más agradable de la tarde pues estuvimos hablando de Estados Unidos, los sitios, las experiencias, el dominio del idioma etc.

Llegadas las 22:00 más o menos, tuvo lugar la cena, yo cené sólo fruta pues ya no podía más, y me arrepentí de no probar el marisco y demás delicias que sacaron al efecto. Es más, !!!NO PROBÉ EL JAMÓN¡¡¡, ¿en qué estaba pensando?. Sin duda el fadinho que cantaron los amenizadores de la noche había enturbiado mi juicio.

Sobre las 00:30 o así, empecé a despedirme. Y digo empecé porque yo me quedaba quieto esperando mi turno mientras los demás se colaban y se despedían de los novios. Pero bueno, tampoco es cuestión de que cambie yo de la noche a la mañana en cosas tan tontas como ésa. Me enteré de que se iban a Tailandia, que dentro de un par de semanas pasarán por aquí por Málaga y tras tres o cuatro cosas más que nos dijimos, yo cogí mi coche, usé mi escasa pericia en la orientación para suplir las lagunas mentales del GPS y sobre la 1:00 estaba de vuelta en mi hostal. Me quité la ropa, me puse mi pseudo-pijama y dormí como un tronco hasta por la mañana, un poco antes de que sonara la alarma en el móvil. Por delante, la tercera y última parte de esta trilogía.

Un saludo, Domingo.