sábado, noviembre 04, 2006

Goooolpe a Goooolpe, verso a verso

¿Algún motivo para este título?. Pues sí, varios de hecho. El primero es que de acabar así los partidos actuales de Hattrick, habría certificado mi primer puesto y sólo quedaría a expensas de saber si juego promoción (que sería lo más probable) o asciendo directamente.

El segundo es que parece que ésa es la forma en la que vamos aprendiendo ( y también aprehendiendo) las cosas en la vida. Se podría decir también que no es sino el "ensayo y error" tras pasar por un par de sesiones de botox. Por cierto, como anécdota, la primera vez que escuché esa palabreja y supe lo que era, fue en EEUU. Allí un chino nacionalizado estadounidense, majísimo, pero perfectamente definido por uno de mis compañeros de trabajo como "una mariquita loca", hablaba con una estadounidense hija de mejicanos y una afroamericana de que se quería someter a una sesión de botox para quitarse las arrugas. Y todo esto en presencia de los españoles, así que el cuadro no podría ser más colorista :-).

Bueno, pero ¿hay alguna razón más para ese título en especial?. Pues sí, que hay una tercera razón. Me llegó el otro día una presentación Powerpoint con la canción cantada por Serrat y la letra sobreimpresa, acompañándolo al mismo tiempo. Es la típica presentación cuya única utilidad es la de contemplar algo bello, algo que quizás nos haga evocar otros tiempos u otros espacio/tiempos en los que nos gustaría estar. Quizás por ese motivo cambié el "estado" del Messenger a "Golpe a golpe, verso a verso".

Es curioso pues incluso aunque yo tengo fama de enviar/reenviar muchas cosas, creo que las presentaciones de ese tipo no son ni con mucho mis favoritas. Prefiero mandar noticias o enlaces a vídeos de youtube. Casi diría que cualquier cosa que no "pese" mucho. Puede ser un comportamiento residual de cuando mi conexión era más lenta, no sé. Como decía, en general estas cosas no son mis favoritas pero sí que durante esta semana me he encontrado viendo varias de ellas con otros ojos. Quizás fuera mi estado de ánimo, no lo sé, quizás simplemente que la gente evoluciona.

El caso es que hace un rato recibí una repleta de fotos de ballenas y aún pasándola rápido, las he pasado menos rápido que de costumbre, fijándome sobre todo en la gran cantidad de ballena que sobresalía del agua y también en la gran cantidad de agua que llevaban sobre el cuerpo y por él se escurría haciendo valer su derecho gravitatorio.

Y el caso es también que hace poco también recibí de nuevo una presentación en la cual dos jóvenes se acercan por turnos a un venerable anciano preguntándole cómo son las gentes del pueblo al que acaban de llegar y éste les responde con la siguiente pregunta:
"¿Cómo eran las del pueblo que acabas de dejar?.
A esta pregunta uno respondía que eran muy amables, cariñosas, bondadosas y que le había costado la misma vida separarse de ellos. El otro respondía que las suyas eran malvadas, mezquinas y tan dañinas que no había visto el momento para dejarlas atrás. El sabio anciano respondió lo mismo a los dos: "Pues así son aquí en este pueblo".
Tras irse el segundo, alguien que había presenciado las dos conversaciones le pregunta cómo puede decir algo tan dispar a dos preguntas iguales y el anciano responde que ha contestado la realidad pues todo dependerá de lo que lleven esos jóvenes en su interior (más o menos).

Y no hace mucho me llegó también una versión parecida en la cual un travieso perrito vagabundo se cuela en una casa abandonada. Cuál no sería su sorpresa al ver que otros cien perros como él lo miraban fijamente. Sintió que estaba en peligro y se preparó para atacar, consiguiendo únicamente que los otros cien perros hicieran lo mismo. Ahuyentado por la aplastante superioridad numérica decide irse de la casa y no volver allí en su vida. A continuación entra otro perro y la escena se repite. Se repite con la diferencia de que este perro vagabundo, tan necesitado de cariño, afecto o simplemente compañía se alegra sobremanera al ver a tantos de sus congéneres. Ipso facto, recibe el mismo trato y los cien perros se alegran y dan botes como él. Pasa unas horas jugando con ellos y rendido sale de la casa decidido a volver algún día. Cuando sale de ella, pasa por un letrero que no puede leer pero que reza así: "La casa de los cien espejos".

Y para completar la terna, también hace poco, buscaba frases célebres (no digo citas porque quedaría muy mal, aunque en realidad es lo que debería hacer ;-D) para poder "adornar" el Messenger del trabajo. Entre las candidatas, una que creo que ya puse hace tiempo: "Tanto si crees que puedes, como si crees que no, estás en lo cierto".

Y sobre estas cosas en general y esta frase en particular, me encontraba yo reflexionando el martes pasado mientras corría por la playa. Decidí que era algo que debía contar en el blog y mi intención era haberlo hecho en la entrada anterior. Sin embargo, llegado el momento no recordé hacerlo. También es cierto que hubiera supuesto el hacer la entrada mucho más larga y pesada así que quizás no hay mal que por bien no venga.

Y es que mientras corría pensaba yo en mis últimos desencantos y pensaba yo en que ya alguien me advirtió que alguien me advirtió acerca del peligro de intentar las cosas, ese tipo de cosas en concreto, considerando la posibilidad del fallo. Venía a ser algo parecido a lo que decía la frase, si vas pensando que va a fallar, lo hará. En ese sentido el problema es que, quizás por mi formación matemática, es una necesidad imperiosa para mí el tener en cuenta que las cosas puedan fallar. Se trata simplemente de hacerlo lo mejor posible, de forma que si luego falla no te puedas reprochar nada. Y así procuro, o al menos eso creo, hacer las cosas.

Pero por otro lado no dejo de reconocer que parte de razón, cuando no mucha, tienen la frase y la persona. Nuestra percepción de las cosas es algo realmente importante que sin duda nos alienta o desalienta, dándonos o quitándonos ese puntito que a veces es el que hace falta para conseguir las cosas. Es una especie de placebo personal, por poner una analogía con los placebo en medicina.

Yo siempre recuerdo mi último año de facultad. Me había propuesto sacar una serie de asignaturas en junio, otras en septiembre y por último, las restantes en diciembre. El plan no era descabellado y para mí tenía todo el sentido del mundo. Es más, llegó junio y, sin hacer ningún esfuerzo extra, logré aprobar las que me había marcado como objetivo. Fue el primer momento en el que pensé ... "Ha salido todo bien, demasiado bien; debía haber sido más ambicioso y quizás podría acabar en septiembre en vez de en diciembre".

Y durante el verano empecé a estudiar las que me quedaban, intentando, dentro de lo posible, poder acabar en septiembre. Fue un verano interesante, un verano en el que aprendí lo que me tocaría vivir años más tarde, momentos de indecisión en los que según tu estado de ánimo (y cómo hayan salido los últimos problemas) te ves aprobando todo en septiembre o, por el contrario, fracasando estrepitosamente. Al final me encontré de nuevo con la situación prevista, aprobé las que pensé que aprobaría en septiembre y suspendí la que pensé que suspendería. También es cierto que en este caso hubo influyó algo el azar pues los apuntes que tenía no eran todo lo bueno que debieran haber sido y difícilmente hubiera conseguido aprobar en septiembre. Para diciembre sí que iba provisto de otros apuntes mucho mejor ordenados y estructurados (en particular a diferencia de los primeros, en éstos la persona se había enterado de lo que el profesor había querido decir, no había copiado la pizarra y ya está. Y en diciembre aprobé la última asignatura que me quedaba.

Fueron sin duda unos meses intensos, quizás eso me ha quitado las ganas de opositar con posterioridad, no lo sé, pero sí que lo recuerdo como algo que desgastaba y mucho el estar tantos meses estudiando. Acabé muy contento pero sí que es cierto que me quedé con la espinita de haber sido más ambicioso en mis pronósticos iniciales, ya que quizás (o mejor dicho, probablemente) los hubiera conseguido también.

En fin, en todo ese batiburrillo iba pensando mientras corría. Pensando en que quizás tenía que haber ido desechando la posibilidad de derrota, con la consecuencia ulterior de que el golpe hubiera sido mayor o con la consecuencia contraria, ¿quién sabe?. El caso es que tampoco tiene mucho sentido ya mirar hacia atrás, por más que uno se empeñe en hacerlo, en buscar justificaciones imaginarias, en fantasear con situaciones imposibles o simplemente en recordar al levantarte lo que has soñado, probablemente señal inequívoca de que mientras cruzabas el río Jordán (o quizás fuera el Rubicone), has parado un segundo para echar una cabezadita.

Por cierto, gané mi partido y ya soy matemáticamente el campeón del grupo ;-).

Un saludo, Domingo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

No se domingo, pero del tema que tratas, lo mejor sería un dsdoblamiento de la personalidad... para enfrentarte al reto tienes que ponerte el gorro (¿te suena la expresión?) del osado y tirarte a la pìscina con el absoluto convencimiento de que al llegar al otro extremo saldrás incluso con la ropa seca y si fallas... pues bueno, es el momento de ponerse el gorro "analítico" y pensar qeu ya te lo veías venir.... en estas cosas estar en medio es lo peor... o eso creo yo.

Un besito

10:30 p. m.  

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