viernes, octubre 27, 2006

Días intensos

Aquí estamos, en un jueves con olor a viernes ya que mañana no trabajo. Aunque para mí casi que ya era viernes puesto que la semanita ha sido intensa en el trabajo y fuera. Todo empezó el lunes; el lunes ... el lunes ... el lunes no tengo ni idea de lo que hice, así han sido los demás días jejeje. Pero creo que fue relativamente normal. No pasé por el piso, llegué directamente a casa paterna y me dediqué a las cosas del correo y entre ellas a despedirme de la última candidata hasta ahora.

Y en eso llegó el martes, martes cargado de reuniones, presentaciones y conferencias. Además hice la prueba de inglés así que eso dejó mi trabajo efectivo en unas 3 horas en las que todo seguía con relativa normalidad (los franceses nos dieron una mini-colleja, eso sí). Acabó el día y me dirigí al piso. Allí pude comprobar que puedo tener conexión a internet temporal y sobre las 8 o así me dirigí a la playa. Conforme bajaba las escaleras decidí que esa vez, en vez de bañarme, iba a correr por la playa, una de las principales, si no el principal atractivo del sitio donde dentro de poco viviré (Dios y padres mediante).

Eso sí, sabía desde el principio que estaba haciendo algo mal y es que estaba corriendo con el bañador en vez de con un pantalón de deporte cualquiera, pero como también pensaba bañarme, pues nada. Llegué "a pie de playa" y una vez allí empecé a trotar por la arena húmeda. En seguida me di cuenta de que o trotaba por la arena mojada o no iba a poder avanzar nada así que empecé a correr pegado a la orilla, esquivando las olas que hasta a mí querían llegar. Era una sensación única a la par que divertida pues las traicioneras olas amenazaban con mojarte si no andabas listo (a la vez que rápido). Era además una especie de carrera contra el agua pues cuando bajaba la marea, te pegabas un poquito hacia la izquierda (en el sentido en el que corría) y en cambio cuando subía me tenía que desplazar mucho mucho a la derecha. De vez en cuando el agua era más rápida que yo y acababa pisándola, sin querer pero pisándola :-).

Cuando llevaba más o menos un tercio de la playa, divisé un par de puntos fosforescentes que se acercaban. Unos metros más adelante, cuando la visibilidad mejoró (recordemos que era de noche) me encontré con dos pescadores con sus cañas plantadas en la arena y entonces, evidentemente, me entró la duda ... ¿y si paso y me engancho con alguna?. Así que aminoré la marcha y cuando llegué a la altura del primer pescador que estaba mirando algo de la caña, le pregunté si era seguro. Me comentó que sí, que el sedal estaba muy alto y yo efectivamente pude corroborarlo. Así que seguí con la cabalgada.

A los dos tercios de playa me volvió a ocurrir lo mismo, solo que esta vez era un único pescador, no había nada fluorescente y tenía la caña pegada al suelo. Sólo lo vi cuando lo tuve delante, pero a pesar de todo me paré. En ese momento fue cuando me di cuenta de que tenía la caña pegada al suelo y de que casi la pisaba. Me comentó que no creía que la hubiera tocado, y yo le contesté que no, que creía que tampoco, y seguí hacia adelante.

Llegué al otro extremo de la playa y allí me dispuse a cumplir uno de los objetivos que había ido formando en mi mente conforme corría. Me bañaría en el agua y luego volvería a recorrer la playa en la dirección contraria hasta regresar al punto de partida. Pensé que debía haber corrido durante unos 20-25 minutos así que la longitud de la playa era perfecta para correr en total casi una hora. Procedí al baño, al principio el agua ligeramente fría, pero no demasiado teniendo en cuenta que llevaba más de 20 minutos corriendo. Me fui internando en el agua pero pude comprobar que tenía que internarme mucho para llegar a un sitio donde el agua me llegara por encima de la cintura así que volví sobre mis pasos, me eché agua varias veces y tras refrescarme volví a la orilla. Todo esto mientras yo observaba a un matrimonio con sus hijos o nietos que jugaban a cierta distancia en la arena. Pensé que era realmente fácil hacer felices a unos niños durante un rato, y ser feliz uno con ellos.

A continuación me dispuse a desandar lo andado, con una nueva ilusión y un nuevo temor. La ilusión era que lo iba a hacer descalzo. A ver, no es precisamente algo que vaya a hacer a menudo pues en cualquier momento puedes pisar un pez que haya muerto en la playa, una piedra, una concha ... sobre todo si es de noche, pero es algo que me apetecía hacer aunque fuera sólo una vez y ¿qué mejor vez que ésa?. Así que empecé a correr, al principio con una zapatilla en cada mano, luego con las dos ora en la derecha, ora en la izquierda. Debo reconocer que durante el trayecto iba disfrutando como un enano, y encima ahora no temía ir pisando el agua así que con la salvedad de rodear al pescador solitario por detrás para evitar pisar su caña, ahora prácticamente corría en línea recta.

El problema llegó a mitad de camino, momento en el cual mi temor se hizo realidad. El bañador mojado no estaba causando efectos demasiado positivos en la cara interna de mis muslos y yo siempre he sido propenso a las rozaduras :-S. Pero bueno, había que acabar, estaría uno o dos días escocido pero era algo con lo que prácticamente contaba cuando salí de casa. La situación evidentemente fue a peor, aunque de forma controlada. Al menos todo aguantó relativamente bien hasta llegar al final de la playa, momento en el que concluyó mi aventura atlética, que no bañista. Porque rozado, escocido y todo no pude resistir la tentación de volver a meterme en el Mediterráneo. Allí estaría unos 5 minutos hasta que decidí que ya era hora de volver, andando como John Wayne, a casa.

Pero bueno, el caso y la cosa es que llegué a casa, me bañé, me cambié de ropa y de nuevo de vuelta para Málaga. Eso sí, por la noche los roces me impidieron dormir tan profundamente como suelo. De hecho, sobre las 5 y media o así me desperté y a las 6 sucedió algo que me obligó a levantarme. Resumiendo, tuve que vestirme y llevar al hospital a mi tío, acompañado de mi madre. A las 7 menos algo volvimos tras dejarlo ingresado y aproveché para volverme a acostar, vestido esta vez, y descansar unos minutos hasta que llegara la hora de ir al trabajo. Y la hora llegó.

La verdad es que me encontraba fenomenalmente, a pesar de la falta de sueño, y lo achacaba a la carrera nocturna por la playa. Lo que yo no sospechaba es que todo se iba a torcer. Los franceses empezaron a sacarse cosas de cualquier sitio, rompiendo no sólo nuestra tranquilidad, sino también el ritmo que habíamos cogido y que nos estaba permitiendo recuperar el tiempo perdido la semana anterior, en relación con la importante entrega de la próxima. Fue un día relativamente cansado pero más o menos normal dentro de lo que cabe. Ahora que lo pienso, me recuerda a uno de esos miércoles que teníamos hace ahora un año. Al final del día aprovecharon también para "leerme la cartilla", ese momento que tiene lugar una vez al año por estas fechas y en el cual tu "mentor" habla contigo sobre tus inquietudes, tus éxitos, tus fracasos etc. Cuando me leyeron los logros de este año pasado no pude sino pensar que tenía que darle publicidad a eso, eso y el documento de solicitud del visado a EEUU pues ambos tienen la facultad de subirte al moral a cotas insospechadas. Decidí que tenía que repartir copias de ello a las chicas como medida publicitaria.

Acabó la jornada laboral y llegué a casa. Una vez aquí la dinámica de costumbre, bajar el correo, mirar si hay alguno personal, leer y contestar en el foro y ver cómo vuelven a aumentar los mensajes de noticias no leídas. Pero la dinámica se rompe en el primer punto. Me bajo el correo y allí esperándome estaba la confirmación de que la última candidata hasta ahora era efectivamente la última candidata hasta ahora. No por esperado dejó de afectarme. En cierta forma es como cuando se te muere un familiar, mientras estás con él, incluso con sus cenizas, se sobrelleva. Sin embargo cuando llega el momento en el que entra la caja o en el que las cenizas se esparcen es justo cuando, quizás de forma inconsciente, te das cuenta de que aquello no tiene vuelta atrás. No había previsto ninguna reacción por mi parte y la que tuve me sorprendió. Reaccioné con negación y rabia, los dos primeros pasos del proceso del duelo. No hubo en cambio tanta negociación como en veces anteriores. Quizás porque ya hace tiempo decidí no negociar si puedo evitarlo. El caso es que fue curioso pues creo que salió de mí el Gregory House que se ha estado incubando durante meses, a pesar de apenas ver la serie ya, y respondí con ironía, con algún que otro sarcasmo y todo ello al más puro estilo brutalmente honesto.

Y me acosté y me dormí como un tronco. El miércoles había pasado con más pena que gloria pero cargadito, cargadito hasta los topes. Lo que no sabía yo es que todavía quedaba el jueves. El jueves, esto es hoy, que ha sido el día en que los franceses se han puesto nerviosos, han sacado los malos modos y han dado la sensación de querer cortar cabezas. Y eso que no les hemos nombrado a la hermana que si no nos arrean un cabezazo, pero bueno. El caso es que al final hemos conseguido cerrar casi todas las vías de agua y ahora tocará rezar por que mañana no se vuelva a montar otra similar. Y entre correo y correo, anomalía y anomalía, me ha dado tiempo a negociar un poco, y también a tirar de archivo y recordar que hay que dar ejemplo y si decimos que se tira para adelante y no se dan segundas oportunidades a la imaginación, no es para decir lo contrario a primeras de cambio. ¡Faltaría más!.

Bueno, ahora toca hacer uso y disfrute de un largo fin de semana, así como rezar por que todo vaya bien mañana y no me tengan que llamar del trabajo.

Un saludo, Domingo.