Cuando no se tiene cabeza ...
Ya lo dice el refrán, cuando no se tiene cabeza, hay que tener piernas. Y para demostrar que yo las tengo, hoy me he desquitado del día de ayer y he salido a correr mi horita de rigor. Parece imposible que hubiera casi olvidado lo que se siente al llegar a casa tras dar no sé cuántos miles de pasos (3600 si es sólo a uno por segundo), pegarte una buena ducha, cenar y dormir como un niño. Pero casi más que eso, es más, más que eso, está la hora en sí. Ya he intentado describir otras veces lo que se siente, lo que siento. Hoy he ido como siempre saltando de pensamiento en pensamiento.
Pensé primero en mi aspecto, vestido mayoritariamente de gris, no sé si decir que como mi personalidad pero sí al menos como el estado de ánimo que he tenido últimamente. Iba por tanto impecablemente vestido. Pensé luego en la camiseta, demasiado ceñida y no por escasez de tela de la misma (tamaño normal por otra parte) sino por la superabundancia o sobreabundancia de materia ósea, muscular y adiposa que encerraba. Y pensé que ... no recuerdo lo que pensé pero seguro que pensé algo acerca de me sentía constreñido o al menos así debía sentirse mi autoestima.
Y llegó lo fundamental, lo que dio pie a las divagaciones de los siguientes 45 minutos. Mis piernas. Unas piernas colosales, vamos que el de Rodas con mis piernas seguiría todavía allí erguido. Unos apéndices que para algunos parecen enfermizos debido a la hipertrofia. En general parte de la gente con la que he practicado deporte, ha alabado mis gemelos por su volumen, pero también es cierto que alguno con toda su buena fe me ha dicho que estaban inflamados :-D.
Bueno, imagino que tampoco es para tanto, pero para algo bueno que tengo físicamente, tengo que airearlo, ¿no?. Volviendo al asunto que hoy me atañe, en una muestra de que mi mente puede llegar a ser muy retorcida, recordé la entrevista que a "The Rock" hizo "Helen Degeneres"en su programa cuando yo estaba en Chicago. Este señor tan escuchimizado como su propio nombre indica sacó un brazo que más bien parecía un jamón y fue describiendo el significado de todos sus tatuajes. Recuerdo que unos simbolizaban la familia y otros su fuerza, lo que le había permitido ser lo que era (luchador de lucha libre americana y posteriormente estrella de Hollywood).
Y algo así pensé yo que eran mis piernas. Uno de los símbolos de "mi fuerza" y lo comparé con la que supuesta"mente" es mi otro punto fuerte, la sesera. En una analogía sólo propia de un maestro análogo (en caso de que eso exista), comparé mis piernas con mi cabeza, lo que me permitía seguir hacia adelante cuando la carretera se ponía muy cuesta arriba con lo que me permite seguir hacia adelante cuando la vida no digo que se ponga cuesta arriba sino simplemente llega a uno de sus meandros.
Hasta resulta raro verlo ahora escrito así, puede parecer hasta una muestra de envanecimiento, pero es lo que pensé en ese momento, lo siento. Bueno, siguiendo con la carrera, ya debía llevar yo como media hora corriendo cuando cambié de registro pero sólo ligeramente. Recordé entonces cuando con, no sé, 10-11 años (calculo) fui a Benalmádena con el colegio a una competición atlética. Allí estaba yo con mi dorsal prendido con un imperdible esperando mi prueba para dar lo mejor de mí. Mi prueba resultó ser los 200 ó los 400 metros (no recuerdo la distancia pero sé que tuve que correr uno o dos giros así que sería algo así.
Esto lo estoy recordando ahora, no lo hice mientras corría, pero allí en las gradas escuché por primera vez hablar a unos compañeros repetidores de "chorbo" o "polvo". Juan del Pino Agudo, "El Pinoni" si mal no recuerdo. Increíble pues apenas recuerdo nombres y apellidos de otros compañeros, sin embargo, en este caso el mote ayudaba.
En fin, la carrera fue como era de esperar, las balas salieron como tales y ya hacía rato que habían acabado la carrera cuando otro compañero mío y yo llegamos (él antes que yo) a meta. Sí recuerdo perfectamente el estar dando el 150% de mí mismo durante esa carrera y cómo no hacía caso o hacía caso omiso al dolor y al cansancio con tal de llegar a la meta. Puede gastarme la memoria una mala pasada pero quiero recordar que la gente me aplaudía como yo aplaudiría hoy en día una situación similar. O quizás era sólo para que acabara y pudiera comenzar la siguiente prueba ;-).
Pienso ahora que esto me recuerda esa historia que circula por internet de las paralimpiadas en las que un competidor se cae y empieza a llorar y los demás se paran, vuelven, lo recogen y cruzan todos la meta a la vez. Gran ejemplo y difícil de seguir. Me temo que yo me pararía sólo si no tengo posibilidades de victoria o si la meta está muy lejos (dependiendo claro del alcance del problema).
Bueno, volviendo por enésima vez a la historia, creo que ya desde ahí quedaba patente que, en mí, en caso de haber algo bueno tenía que estar en las piernas o en la cabeza. Y de hecho creo que el tiempo lo ha corroborado. Ambas me permitieron por ejemplo correr esa hora diaria que acabó con mi legendario sobrepeso dejándolo en mínimos históricos. Ambos son los que ahora deben permitirme perder esos 5 kilos que me separan de mi mejor forma. Ambos son los que deben permitirme salir adelante cuando hace poco todavía se te escapaba esa lágrima. Y es que el ánimo, regulado en mi caso más por el cerebro que por el corazón, tiene sus similitudes con las piernas. Ora está hipertrofiado, un ego hinchado a prueba de bombas, ora se agrieta y duelen las rodillas y los talones del alma.
Y con esto llego al final de la historia, verídica como los chistes de Paco Gandía. Y es que cuando no se tiene cabeza, hay que tener piernas y salir a correr y sentir una descarga de paz y bienestar después, y dormir como un niño.
Un saludo, Domingo.
Pensé primero en mi aspecto, vestido mayoritariamente de gris, no sé si decir que como mi personalidad pero sí al menos como el estado de ánimo que he tenido últimamente. Iba por tanto impecablemente vestido. Pensé luego en la camiseta, demasiado ceñida y no por escasez de tela de la misma (tamaño normal por otra parte) sino por la superabundancia o sobreabundancia de materia ósea, muscular y adiposa que encerraba. Y pensé que ... no recuerdo lo que pensé pero seguro que pensé algo acerca de me sentía constreñido o al menos así debía sentirse mi autoestima.
Y llegó lo fundamental, lo que dio pie a las divagaciones de los siguientes 45 minutos. Mis piernas. Unas piernas colosales, vamos que el de Rodas con mis piernas seguiría todavía allí erguido. Unos apéndices que para algunos parecen enfermizos debido a la hipertrofia. En general parte de la gente con la que he practicado deporte, ha alabado mis gemelos por su volumen, pero también es cierto que alguno con toda su buena fe me ha dicho que estaban inflamados :-D.
Bueno, imagino que tampoco es para tanto, pero para algo bueno que tengo físicamente, tengo que airearlo, ¿no?. Volviendo al asunto que hoy me atañe, en una muestra de que mi mente puede llegar a ser muy retorcida, recordé la entrevista que a "The Rock" hizo "Helen Degeneres"en su programa cuando yo estaba en Chicago. Este señor tan escuchimizado como su propio nombre indica sacó un brazo que más bien parecía un jamón y fue describiendo el significado de todos sus tatuajes. Recuerdo que unos simbolizaban la familia y otros su fuerza, lo que le había permitido ser lo que era (luchador de lucha libre americana y posteriormente estrella de Hollywood).
Y algo así pensé yo que eran mis piernas. Uno de los símbolos de "mi fuerza" y lo comparé con la que supuesta"mente" es mi otro punto fuerte, la sesera. En una analogía sólo propia de un maestro análogo (en caso de que eso exista), comparé mis piernas con mi cabeza, lo que me permitía seguir hacia adelante cuando la carretera se ponía muy cuesta arriba con lo que me permite seguir hacia adelante cuando la vida no digo que se ponga cuesta arriba sino simplemente llega a uno de sus meandros.
Hasta resulta raro verlo ahora escrito así, puede parecer hasta una muestra de envanecimiento, pero es lo que pensé en ese momento, lo siento. Bueno, siguiendo con la carrera, ya debía llevar yo como media hora corriendo cuando cambié de registro pero sólo ligeramente. Recordé entonces cuando con, no sé, 10-11 años (calculo) fui a Benalmádena con el colegio a una competición atlética. Allí estaba yo con mi dorsal prendido con un imperdible esperando mi prueba para dar lo mejor de mí. Mi prueba resultó ser los 200 ó los 400 metros (no recuerdo la distancia pero sé que tuve que correr uno o dos giros así que sería algo así.
Esto lo estoy recordando ahora, no lo hice mientras corría, pero allí en las gradas escuché por primera vez hablar a unos compañeros repetidores de "chorbo" o "polvo". Juan del Pino Agudo, "El Pinoni" si mal no recuerdo. Increíble pues apenas recuerdo nombres y apellidos de otros compañeros, sin embargo, en este caso el mote ayudaba.
En fin, la carrera fue como era de esperar, las balas salieron como tales y ya hacía rato que habían acabado la carrera cuando otro compañero mío y yo llegamos (él antes que yo) a meta. Sí recuerdo perfectamente el estar dando el 150% de mí mismo durante esa carrera y cómo no hacía caso o hacía caso omiso al dolor y al cansancio con tal de llegar a la meta. Puede gastarme la memoria una mala pasada pero quiero recordar que la gente me aplaudía como yo aplaudiría hoy en día una situación similar. O quizás era sólo para que acabara y pudiera comenzar la siguiente prueba ;-).
Pienso ahora que esto me recuerda esa historia que circula por internet de las paralimpiadas en las que un competidor se cae y empieza a llorar y los demás se paran, vuelven, lo recogen y cruzan todos la meta a la vez. Gran ejemplo y difícil de seguir. Me temo que yo me pararía sólo si no tengo posibilidades de victoria o si la meta está muy lejos (dependiendo claro del alcance del problema).
Bueno, volviendo por enésima vez a la historia, creo que ya desde ahí quedaba patente que, en mí, en caso de haber algo bueno tenía que estar en las piernas o en la cabeza. Y de hecho creo que el tiempo lo ha corroborado. Ambas me permitieron por ejemplo correr esa hora diaria que acabó con mi legendario sobrepeso dejándolo en mínimos históricos. Ambos son los que ahora deben permitirme perder esos 5 kilos que me separan de mi mejor forma. Ambos son los que deben permitirme salir adelante cuando hace poco todavía se te escapaba esa lágrima. Y es que el ánimo, regulado en mi caso más por el cerebro que por el corazón, tiene sus similitudes con las piernas. Ora está hipertrofiado, un ego hinchado a prueba de bombas, ora se agrieta y duelen las rodillas y los talones del alma.
Y con esto llego al final de la historia, verídica como los chistes de Paco Gandía. Y es que cuando no se tiene cabeza, hay que tener piernas y salir a correr y sentir una descarga de paz y bienestar después, y dormir como un niño.
Un saludo, Domingo.
2 Comments:
El Pinoni ese tenía un hermano menor, ¿verdad? Recuerdo que hubo en alguno de los cursos de la EGB un Antonio del Pino Agudo, así que, teniendo en cuenta la diferencia de edad, tu compañero tenía que ser el hermano mayor del mío ;) Cosas que pasan
Que chico es el mundoooooooooooo!!!!!aunque yo preferiría no tropezarme por ahí con ciertas personas,por si acaso me dan un bolsazo en la cabeza...
Un saludito!
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